Prof. Dr. Camilo Muniagurria
Según describe la lámina de la Galería de Pediatras de la Sociedad Argentina de Pediatría, el primer representante oficial de Rosario, Camilo Muniagurria, se encuentra entre las figuras históricas prominentes de las Escuelas Pediátricas del interior del país. Nació un 13 de marzo de 1876 en Goya, en un hogar constituido por Carlos Muniagurria y Leonor Fernández, quienes apoyaron la vocación médica de su hijo para estudiar en Buenos Aires. Allí se graduó en 1901, luego de formarse con los maestros M. Blancas, F. Larguía, y G. Sisto, con medalla de oro y diploma de honor. En el camino de retorno a Corrientes, hizo un descanso en la ciudad de Rosario, donde, en casa de parientes, conoció a la que sería su señora esposa, con quien fundó su familia y se instaló en la ciudad; tempranamente demostró interés por la pediatría.
A principio del siglo pasado surgió en Rosario un grupo de profesionales con un entusiasmo propio de aquellos tiempos, y con profunda convicción social, que los impulsó a desarrollar espacios en los campos de la salud y la educación, a cultivar el espíritu y a entrar en el coloquio de las ciencias. Así surgieron sucesivamente en la ciudad el Círculo Médico, la Biblioteca Argentina, la Sociedad del Teatro El Círculo, el Hospital del Centenario, y la Facultad de Ciencias Médicas.
Muniagurria inició su trabajo en el Hospital Rosario (hoy Clemente Alvarez); desde ese espacio participó en numerosos trabajos de higiene, puericultura y protección ambiental, y generó actividades de protección de la salud y prevención de las enfermedades pediátricas. Pronto tomó la Dirección del Servicio de Niños del Hospital del Centenario, donde formó parte de la junta médica que participó en su fundación y desarrollo.
En sus propias palabras, la Facultad de Medicina surgió después de ese Hospital “... con una cenestésica necesidad de floración” y es en ella donde ocupó por concurso el primer cargo de profesor titular en la cátedra oficial de Pediatría y Puericultura.
Fue Presidente del Círculo Médico de Rosario en dos oportunidades. Además fue Director ad honorem de la Biblioteca Argentina durante 24 años, desde un año después de su fundación, hasta su muerte en 1937. Desde esa dirección firmó la nota invitando a la formación de la Asociación Cultural del Círculo de la Biblioteca (hoy propietaria del Teatro El Círculo), acompañándolo Juan Alvarez, Rubén Vila Ortiz (propulsor de la idea) y Luis Ortiz de Guinea, quienes integraron su primera comisión directiva. En la biblioteca desarrolló la sección del niño, la cual hoy lleva su nombre.
En 1931 es designado Decano de la Facultad de Ciencias Médicas, y sucesivamente ocupa numerosos cargos. Fue miembro correspondiente de la Academia Nacional de Medicina de Rio de Janeiro, y de sociedades médicas de Francia y Cuba. También se desempeñó como Director de la Asistencia Pública Municipal, desde donde impulsó el desarrollo del lactario municipal y del instituto antirrábico. Fue Vicerrector de la Universidad Nacional del Litoral. En 1931 fue relator del tema oficial del IV Congreso Nacional de Medicina y en 1934 presidió el V Congreso Nacional de Medicina. Presidente fundador de la Sociedad de Pediatría de Rosario, a su lado surgieron numerosos discípulos especialistas que brillarían en el medio local y nacional.
Profesor de la Escuela Nacional de Profesoras “Nicolás Avellaneda”, dictaba sus clases con un libro de texto, La flor humana, escrito para adentrar a las jóvenes de entonces en el cuidado del niño. Autor de varios libros de pediatría, su Tratado Argentino de Pediatría, de 3.000 páginas, escrito junto a los especialistas de su época, nacionales y del extranjero, no llegó a ser publicado por su temprano fallecimiento.
En la arena política, se unió a Lisandro de la Torre para la fundación del partido Demócrata Progresista.
Su perfil inconfundible de severa rectitud y probidad contrastaba con su afectuosidad en el manejo de la relación médico-paciente con los niños.
Camilo Muniagurria tomando las medidas antropométricas de su hijo
Tuvo también el entusiasmo de la literatura, y escribió novelas y obras de teatro. Trataba temas vinculados a la medicina y al sufrimiento humano; algunas de esas obras nos representaron en el extranjero y fueron llevadas al cine en España, como Conrado, Más allá de la ley, Los herederos, El echarpe de Miss Silvia, La sultana roja, y La estela de fuego.
Fue un inquieto actor de toda una época de nuestra sociedad profesional, con vocación de ser un poco mejor, con el afán (en el decir de publicaciones del diario La Capital) de enseñar y aprender sin desmayo, de elevar el espíritu y de tratar de mejorar su medio con todos los esfuerzos a su alcance. Rosarino por adopción, participó en todas las inquietudes sociales y culturales de la ciudad de sus tiempos.
El amor por su especialidad, su dedicación a la salud del niño en el campo universitario, académico, político y literario quedó plasmada en sus obras, trabajos y publicaciones.
No tuve la oportunidad de conocerlo, pero escuché narrar en familia sus anécdotas (“¿Cuándo os ha parecido feo un niño sano, gordito y contento? Un niño sano es siempre hermoso...”) y me dieron mucha información aquéllos que convivieron con él y lo contaron o lo dejaron por escrito, como Álvarez, Staffieri, Rosello, Celoria, Araujo, Borrás, González, Pineda...
Falleció el 5 de febrero de 1937 a la edad de 62 años, y la Facultad de Medicina lo recordó dándole su nombre al Servicio de Pediatría del Hospital Escuela de Granadero Baigorria. La Municipalidad de Rosario nominó una calle en su recuerdo, y la Provincia de Corrientes le impuso su nombre al Hospital Regional de Goya. La Biblioteca Argentina le reservó la Sala del Niño.
por Alberto J. Muniagurria