El Dr. Mario Milano, su Hijo Mario a la izquierda y Roberto García a su derecha
Hacía algunos meses que no lo veía. Llevaba muy bien sus años; conservaba la mente lúcida y su interés tan vivo por su país, su música, sus amigos y sus libros, tanto que yo me había acostumbrado que su vida se alargaría por mucho tiempo. Lo que yo no sabía era que el viejo roble estaba herido de muerte, y un día se fue.
Mario Milano nació en Totoras en 1931 y allí vivió durante su infancia, recordada siempre con mucho cariño. Se graduó de médico en nuestra Facultad de Medicina en 1955. Desde ese mismo momento ingresó al Servicio de Cirugía Torácica y Cardiovascular del Hospital Italiano, una de las instituciones más prestigiadas del país. Nunca abandonó esa fragua de especialistas en cardiología y cirugía que se diseminaron por todas partes. Hizo cursos de especialización en el Massachusetts General Hospital de Boston, el Methodist Hospital de Houston, el Texas Children's Hospital (1957) y otros, y después regresaba a su viejo Hospital para volcar allí sus experiencias. En esas tierras, además de concurrir a los servicios de Cirugía Torácica y Cardiovascular, estudió el funcionamiento de los equipos de corazón y pulmón artificial, con los doctores Denton Cooley, Michael DeBakey, William Gross y Richard Overholt, pioneros en el mundo en el campo de la cirugía del tórax.
Fue un devoto de la Cirugía y un incansable luchador por sus instituciones. La Asociación de Cirugía del Litoral lo contó como uno de sus miembros más comprometidos. Fue su alma, su motor, su Secretario Permanente durante largos años, y su tarea fue decisiva para delimitar el rol y el objetivo específico de las sociedades científicas. Fue Secretario-Tesorero del American College of Chest Physicians en su Capítulo Argentino desde 1971 a 1976, Fellow de dicha entidad y Gobernador del Capítulo Argentino desde 1992 al 2004, y su rol integrador ha sido reconocido unánimemente.
Destacado cirujano torácico, apasionado por la Cardioestimulación, fue el primero en colocar un marcapaso epicárdico en Rosario, allá por 1965.
Miembro de la Sociedad de Cardiología de Rosario, fue su Tesorero durante la Presidencia de Florencio Garófalo, y Tesorero también de la Federación Argentina de Cardiología en el período 1982-1983. Con su habitual meticulosidad, manejó las finanzas institucionales de forma impecable, a pesar de las difíciles épocas en que debió desenvolverse.
Por supuesto, también fue miembro y miembro honorario de muchas otras sociedades médicas argentinas y europeas que no es el caso mencionar aquí. Merece también recordarse su paso por la docencia universitaria. Sí debemos destacar su tarea como Presidente del Círculo Médico de Rosario, cargo que durante 1986 y 1987 honró con una tarea fecunda y de entrega, como siempre que se le encomendaba la responsabilidad de un rol determinado.
Y lo recordaremos siempre como "el" Director de la Biblioteca del Círculo, cargo que ejerció entre 1982 y 1985, entre 1988 y 1995, regresando en 2000-2003. Fue durante su larga gestión que la Biblioteca alcanzó su época de oro. Mario Milano fue el modernizador de la misma, quien gestionó y logró la suscripción de un vastísimo número de revistas, el que firmó convenios con Universidades, Centros de documentación y Bibliotecas nacionales para compartir recursos. Incorporó la Biblioteca electrónica de la National Library of Medicine, el que le dio, en fin, la jerarquía y la complejidad que había perdido para transformarla en la biblioteca más nutrida y jerarquizada de la ciudad. Nunca acudió tanta gente a consultar sus textos. Y nunca, nadie, quiso a la Biblioteca y le dio tanto como Mario Milano.
Pero esta no es una nota biográfica. No podría reseñar en pocos renglones toda su actividad científica, asistencial y académica. Tampoco es mi intención hacerlo. Lo recordaré como yo lo viví, en aquellos años 90, cuando yo era Presidente del Círculo Médico y él ocupaba la Dirección de la Biblioteca. Por eso, y porque él mismo había sido Presidente de la institución, su experiencia era – y fue - para mí invalorable. Hasta ese entonces mi trato con él había sido muy protocolar y algo distante, resultado del mutuo desconocimiento en que nos habíamos desenvuelto en los años anteriores. Pero la convivencia permite el entendimiento, abre los espíritus y los enriquece.
Fui testigo de su inmensa tarea en la Biblioteca y receptor de sus valiosas opiniones y consejos, que vertía siempre con la discreción y prudencia que fueron su eterna característica. Lo fui conociendo en sus vertientes personales, poco vinculadas con la práctica profesional.
Era un médico rico en calidad humana, de un talento especial que no gustaba de exhibirse y su especial cortesía apenas si se permitía, a veces, la sonrisa irónica o el comentario sutil..
Mario era un caballero en el sentido más estricto del término. Una línea de conducta que nunca fue complaciente con el engaño o el interés. Su exterior adusto y respetable encerraba un alma grande y noble sacudida por la pasión. Porque era fundamentalmente un apasionado. Quienes lo juzgaban de lejos solían equivocarse creyéndolo de temperamento frío. Por el contrario, era un hombre apasionado. Amaba a sus amigos, les brindaba su apoyo. Uno de sus aspectos, quizás menos conocidos, era su amor acendrado por la música. Amaba el jazz, tenía más de 300 CDs y disfrutaba con ellos. La literatura y sobre todo la música, tenían en él a un devoto apasionado. Pero, por sobre todo y todos estaba su familia: su mujer, sus 4 hijos, sus nietos. A ellos se brindó con absoluta entrega, fueron el centro y nervio de su vida. Su afecto, sus consejos, su apoyo moral, su integridad, fueron base de una familia íntegra y ejemplar.
Cuando caminemos por el Círculo Médico y subamos a la Biblioteca, lo seguiremos sintiendo vivo y presente. Como si el tiempo se hubiese detenido, él estará en el gabinete de trabajo, tras los cristales, revisando revistas, hablando con Roberto, sugiriendo algún cambio o preocupado por conseguir algo que pudiese ser útil a quienes allí acudíamos en busca de conocimiento.
Entusiasta y comprometido, se ha ido un símbolo y un verdadero señor. Nos deja, sin ninguna duda, una huella a seguir y una lección de vida.
Con sincera tristeza le rindo mi último homenaje.
Sólo lo que se pierde es adquirido para siempre.
Henrik Johan Ibsen
Dr. Juan Carlos Linares Casas
Ex Presidente
Círculo Médico de Rosario