por Alberto J. Muniagurria y Eduardo Baravalle

Las lesiones de la piel del cuello no se diferencian de las lesiones dérmicas descritas en la sección "Hallazgos anormales en la exploración de la piel". También es posible observar cicatrices, de las cuales la más frecuente es la cicatriz de la cirugía tiroidea, que se ve como un corte paralelo a los pliegues del cuello.

En la región del cuello se pueden palpar masas ganglionares o agrandamientos de los órganos cervicales (tiroides, glándulas submaxilares, porción cervical de la parótida, aneurismas carotídeos, divertículos esofágicos, quistes del conducto tirogloso, tumoraciones o desviaciones traqueales).

En presencia de agrandamiento ganglionar se debe definir la ubicación, la forma, el tamaño la consistencia, la sensibilidad, la adherencia a planos superficiales o profundos, y la fistulización a planos superficiales. El dolor está vinculado con procesos inflamatorios y la dureza y adherercia a los tejidos vecinos se relaciona con procesos tumorales.

El agrandamiento de la glándula tiroides se denomina bocio. Puede ser difuso (liso multinodular) o existir un nódulo solitario. Entre los agrandamientos difusos lisos merecen citarse el bocio endémico y la enfermedad de Graves-Basedow, mientras que entre los bocios difuso multinodulares el más común es el de origen metabólico. Los nódulos solitarios pueden ser quístico o sólidos, malignos o benignos, y dependientes o no de la tirotrofina. La presencia de un soplo nivel de la glándula tiroides debe hacer sospechar una enfermedad de Graves-Basedow. Siempre que se observe un agrandamiento tiroideo se buscarán adenopatías satélites.

Los aneurismas de la carótida, a nivel cervical, son poco frecuentes y se manifiestan por un. tumoración pulsátil, en el trayecto de la carótida, que puede acompañarse de la auscultación de un soplo. Los divertículos esofágicos, a su vez, son tumoraciones que aumentan de tamaño duran te la ingesta de alimentos y los pacientes se quejan de halitosis.

El conducto tirogloso se extiende desde la V lingual hasta el cartílago tiroides, y normalmente se oblitera durante el desarrollo fetal. Por anomalías de su desarrollo, estos orificios pueden se visibles y encontrarse tumoraciones quísticas en su trayecto.

Las desviaciones de la tráquea hacia la derecha o hacia la izquierda pueden producirse por tumores del cuello o por patología intratorácica, que por variaciones de presión o por tracción-retracción desplazan a las estructuras (derrames pleurales, atelectasias masivas, neumotórax toracoplastia).

También es posible encontrar ingurgitación venosa en el cuello y edema en la región de los hombros y cuello (edema en esclavina), que forman parte del síndrome mediastínico.

Al palpar los músculos del cuello es posible encontrar espasmos, que pueden deberse a procesos traumáticos, inflamatorios localizados o infecciosos generalizados (tétanos, meningitis), y con frecuencia la contractura es una manifestación de histeria u obedece a posturas antiálgicas.

Otras veces la palpación superficial permite detectar crepitaciones correspondientes al enfisema subcutáneo que se observa en algunos pacientes con neumotórax.

El pulso carotídeo debe ser palpado y auscultado. Las alteraciones en su frecuencia, ritmo, amplitud y forma han sido descritas en el capítulo 16. Para determinar si un pulso está presente o si existe una disminución de la onda del pulso se deberá comparar con el del lado opuesto. La ausencia o deficiencia de pulso o diferencia de tensión arterial entre dos brazos sugiere una oclusión de la arteria subclavia en su parte proximal. En algunos pacientes esta oclusión estimula el desarrollo de una circulación colateral hacia el brazo afectado, que proviene del sistema vertebral. Esta comunicación puede producir el cuadro conocido como síndrome de robo de la subclavia, en el cual el paciente, durante el ejercicio, presenta manifestaciones de insuficiencia vertebral.

Cuando se ausculta un soplo por debajo del ángulo mandibular se debe buscar la lesión en la bifurcación de la arteria carótida. Un soplo auscultado en la base del cuello, a nivel de la mitad de la clavícula, corresponde a una estenosis de la arteria subclavia, y también se lo escucha en el hueco axilar.